El GM Andrés Rodríguez conquistó el único punto uruguayo contra el Iraq. (Foto e5!)
No va a ser fácil, no puede estar siéndolo, para los jugadores uruguayos aguantar la parada.
En primer lugar conviene abstenerse de juzgar. No estamos en la interna. No sabemos como lo han vivido ellos ahí. Tampoco los criterios de cambios de jugadores manejados por el capitán. Uno de afuera solo ve los resultados. Se nos ocurre que lo mejor para ellos es concentrase en lo que queda y espantar los fantasmas que siempre son atraídos por las negras energías de las derrotas. Uno es el fantasma del papelón. ¿Qué es un papelón? ¿Qué significa “pasar un papelón” en una olimpíada de ajedrez? Es probable que para un equipo como el uruguayo que objetivamente esta pre posicionado en el medio de la lista de países, no existan pues los papelones. Y con ese mismo criterio se puede decir que en las anteriores olimpíadas tampoco existieron, ni en el equipo de la categoría absoluta ni en el femenino. Cada equipo son unos jugadores concretos que viajan para jugar ajedrez representando al país, dar lo mejor de sí y disfrutar lo que se pueda en el camino. Tanto del juego como del viaje y de estar con gentes de tantos países. Todo hace a la experiencia en sí. Y cada grupo de jugadores que además son compañeros del tablero de acá merece el respeto por estar donde están, que siempre implica muchos esfuerzos. Lo merece este equipo y lo merecen todos los que han representado alguna vez al Uruguay en las distintas categorías.
Todo equipo va con sueños. Luego se logran o no. Ganar y perder tienen sus energías propias, hasta sus sabores, y siempre tesoros escondidos. Suponemos que es preferible ganar siempre. Pero el perder permite también sus cosas, como todo lo que implica de algún modo dolor.
Como en todo, debe de existir una línea de oro, en donde el balance es el óptimo entre las variables en juego.
A mayores expectativas, mayor frustración si no se logran las expectativas. ¿En que se fundan las expectativas?
Existe un hecho. Después de muchos años Uruguay está jugando con sus jugadores más fuertes en puntaje, si se hace excepción del MI Martín Crosa que jugó sí la final pero no está en el equipo olímpico.
Así que ahora no hay margen para justificaciones inconducentes.
Es bueno reflexionar en caliente cuando las papas queman aunque haya imprecisiones en las reflexiones producto mismo de que son en caliente. Siempre hay tiempo para tomas de conciencia más profundas y retrospectivas. Pero las cosas en caliente también poseen sus ventajas operativas. Tocan más directo el inconsciente individual y colectivo que es en gran medida desde donde se transforman las cosas.
Para los equipos de Uruguay en las Olimpíadas de ajedrez no existen papelones. Porque la fuerza nuestra no es grande. Los objetivos son varios, no solo la posición final. Capaz no lo viven así nuestros jugadores. Y a su vez cada jugador lo vive distinto. Pero eso es otro tema en sí. No es fácil organizar un equipo olímpico, capitanearlo, llevarlo a buen puerto. No es solo un asunto de ELO. Es un asunto de psicología humana y deportiva en gran medida. El ajedrez es un juego básicamente individual. No es colectivo. Y un equipo de ajedrez no posee la magia del juego colectivo. Es una sumatoria de individualidades con menos margen de creación colectiva. Una yuxtaposición de cuatro partidas independientes jugadas en paralelo.Quizá el rol del capitán sea captar las potencialidades lo que hay de estático y de dinámico en el colectivo humano concreto y sus enfrentamientos con otras selecciones. Pero por encima de todo ser un hábil y enérgico motivador con capacidad de gestionar las energías y emociones de la selección durante los la evolución de la competencia a través de los días de juego y descanso. No es sencillo. Hay que compaginar personalidades fuertes y diferentes. Y distintos intereses. Ahí el arte y la ciencia de capitanear equipos de ajedrez.
Estamos tratando de analizar el desempeño al momento en el contexto amplio del ajedrez uruguayo, no del de los jugadores tomados por aislado.
Que le queda ahora a Uruguay?...nada…..y por lo tanto todo. Salir a pelear con el mayor orgullo cada uno de los tres encuentros. Sobreponerse a la inevitable sensación de vergüenza infantil que nos abruma cuando se pega un salto hacia abajo en las mesas y toca la “humillación” de enfrentarse con adversarios “débiles”. Todo jugador de ajedrez conoce esa desagradable sensación y sabe que existe en estos casos. No dejarse atrapar en la espiral anímica descendente. Disfrutar con humildad de cada encuentro hasta el final dando lo mejor de sí y sin subestimar a nadie. Ni a Nepal que es el próximo rival.
La barra del ajedrez uruguayo sigue desde sus computadoras en todos los departamentos del país, y desde otros lugares lejanos a él, el desempeño del equipo olímpico de ajedrez. Se enorgullece con las victorias y siente dolor con las derrotas. Y siente más, siente solidaridad en la derrota como si uno mismo allí estuviese. Así sucede con estas cosas.
Porque representar es eso. Todos estamos un poco allí en los jugadores. No se trata de la celeste. Eso es otro interesante tema. Para nosotros es más conveniente y mesurado dejar la celeste en el sentido literal (no en el figurado) para los campos de fútbol. Se trata de que Uruguay, y nosotros todos lo somos, el mundo del ajedrez uruguayo, que somos nosotros también, está representado en el equipo olímpico. Entonces ahí estamos re-presentes, con ellos, hasta el último segundo de la última partida.
Que puedan seguir peleando sin perder el balance. Peleando cada punto en concreto hasta el fin. Y eso es ya de por sí tarea cumplida.
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