Salónica 1988
Dubai 1986
Dubai 1986
Serbia 1990
Salónica 1988
Las fotos son del
archivo de Jaime. Cuando uno las mira recuerda aquellas gentes de Los Trebejos
y los ve cómo eran en esos días. En una foto con ropas de jeque se ve al
fundador mismo de Los Trebejos. En otra a Boris Spassky con su característica
calidez. Jaimito en todas que parece a un actor de cine francés (así me
lo dijeron una vez en Moscú cuando mostré estas fotos). Lamas siempre igual.
Bernardo cuando era adolescente. Y Daniel izquierdo siempre en su mundo,
contento con lo suyo a pesar de lo que sea, aquí o en Dubai o en Mercedes.
También están Daniel Rivera y Bademián, Elters , Almada, Perchman y
Lincoln Maiztegui.
Los Trebejos
Hoy fui a pagar la inscripción para el torneo 40 años de Los
Trebejos. De noche y lloviendo. Y cuando es de noche y llueve se distingue
menos el presente. La casona de los residentes de Florida está como hace 20 años.
Con ese ambiente medio oscuro y añejo. Las viejas mesas redondas donde las
viejas jugaban a la canasta y la escalera que llevaba al club de ajedrez. Más
al fondo estaba el casin donde los wyskeros tomaban sus copas con el
meñique levantado. Ahora Los Trebejos funciona donde jugaban las viejas. Ya no
está allá arriba. Y la escalera sigue ahí subiendo. Subiendo a lo que se fue.
Pero de nuevo esta.
En el año 1979 Daniel Izquierdo me llevo a Los Trebejos que
quedaba al lado de OSE. Ahí comencé a jugar el campeonato de cuarta y
adentrarme en ese universo paralelo.
Cautivaban aquellas fichas de metal, los relojes, los jugadores
fumando como chimeneas. Los tics y las manos de ajedrecista en forma de garrita
en el momento de agarrar una pieza para moverla, como para mostrar lucidez
mental. Las diletancias de los jugadores. Había un guarda de trolley de AMDET
que repetía siempre cuando tenía a algún pobre viejo acorralado: -Dios salva a España!...¿Pero quién
salva a…los españoles?? Y
acto seguido ¡Zaaaaá! se comía limpia con su mano buena, una gran dama de
hierro negra y no la soltaba por un rato. Las pobres piezas de fierro
macizo que nunca más las vi. Creo que deben estar desparramadas por los
hogares más dispersos de la República. Las robaban de una en una y nadie se
daba cuenta. 64 días discretos alcanzaban para completar el crimen perfecto. Un
sencillo cálculo de apostadores.
Tenía 16 años cuando me invitó Daniel. Estrada me recibió y me
explicó algunas recetas: el Ataque Stonewall. –Es
muy sencillo, jugas d4 después e3 después f4, Cf3,0-0 y Ce5. Eso si, no te
olvides de c3 pues si te meten c4 te vas con el alfil a c2 y el ataque sigue
activado.
Por esa época empecé a fumar. Y fumar en un club de ajedrez era
algo por demás romántico. Solo algún descafeinado se quejaba. A propósito en
esos tiempos se tomaba café con cafeína se fumaba con nicotina, la Coca Cola no
era ni light ni max ni cualquiera de esas farsas marcas, el azúcar era del
bueno y las guerras no se veían en las pantallas ni tenían apenas algunos
muertos (pocos siempre de los propios, claro). Era todo con cafeína,
nicotina y azúcar. Las "a" se escribían "a" , las
"o" se escribían "o" y no había que andar escribiendo @
para estar a tono con la "corrección" vigente. Las fachadas de
las casas de Montevideo eran de un auténtico color gris profundo y aún no se
habían puesto de moda los post-modernos colores pastel. Uno se veía cara a cara
sin miedo al contacto. Y eso que estábamos en medio de una dictadura desplegada
ya a pleno. Y en el IAVA para entrar los soplones adscriptos a guardianes
hacían un embudo a la entrada con la Directora para ver si el pelo te tocaba el
cuello. Y si era el caso te sacaban del ala para afuera. -¡Falta! Te decían como si fueras un
"sedicioso"."Otro ladrillo en la pared" era la canción de moda entre nosotros.
Y no podías entrar a clase. ¿No podemos entrar a clase porque el pelo nos toca
el cuello de la camisa? ¡Tanto mejor cabrones y alcahuetes! ¡A Los Trebejos! Y
me rajaba con Daniel y los hermanos Jakovenko al Club.
Pla-pla-plá sonaba
el viejo roperón que hacía de reloj de ajedrez.
Uno era adolescente y observaba con fascinación a todos esos tipos
más grandes, una fauna urbana montevideana. El Contador, un hombre grandote y plano, de pelo blanco, que se vestía como gringo tejano y que parecía ni pestañear para ejecutar a un
adversario tanto si era en el tablero como en los negocios. Otro hombre alto y
extraño, con barba y cabeza de Alfil (como decíamos con un amigo en secreto de él), era Pérez, a quien todo le importaba un carajo, aunque le importaba
mucho todo lo otro, y decía de verdad lo que pensaba. Todos le tenían miedo
intelectual pues te podía descubrir y hacer caer la máscara en cuestión de
segundos. Bauzá, Rivera e Izquierdo eran los tres jóvenes mosqueteros. Un día
cayeron unos pibes de poco más de 10 años. Eran muy flacos y subían la escalera
de entrada siempre en racimo: Curi, el pibe Genta , Carbalho con toda una banda.
Había otro pibe que dijo mortalmente en serio , un día en una ronda de ping-pong después de ganar un par de partidas, como si hubiese recibido un ramalazo de iluminación: -Me dedicaré al ajedrez
profesional. Monsieur Le Contador lo miró absorto y le dijo: -Mijo,
no diga idioteces! Siga estudiando! y después sí vea que hace- Creo que el
pibe no hizo ni una ni otra y se dedico al naipe.
Había un muchacho que gustaba de repetir a medida que
liquidaba a su adversario : - Saraíevo! (Había quedado por lo visto embelezado
por el hecho elegante de que la "j" en varios idiomas eslavos se
pronuncia "i". Y como Sarajevo estaba en los titulares repetía
-Saraíevo! y comía fichas como
un demente. Cuando sus adversarios perdían en la ronda de ping-pong, acomodando
rápidamente los trebejos y sin levantar la vista decía como un autómata - Fuera perro! El que sigue por
favor!
Por los fines de los 70 y principios de los '80 cuando uno
agarraba al otro en una red de jaques mortales decía -Jaque...linbisset!...Jaque!...
linbisset y plantaba las
piezas con ruido obsceno paseando al rey adversario por todo el tablero. -Porqué no abandonás...¿acaso te
gusta que te sigan dando en el suelo??
Por cierto el sádico de turno de ninguna manera quería que el otro ya en el piso abandonara.
Uno aprendió en Los Trebejos un rosario de expresiones que eran el
santo y seña de una cultura compartida: "Lo
tenía re-frito". "Lo
tenía refrito por posición pero el tipo me ganó por tiempo". "El
Tipo" era la manera de referirse a la otredad, al gran Otro. "Esé??
Que habla de ajedrez si nunca dió un doblete??" Y luego estaban los
"pianistas", los que toqueteaban las fichas. Siempre los hay. Los que
gustan de ensuciar el tablero, los mañosos "desde chiquitos", en especial cuando están perdidos. Prefieren que todo el mundo se vaya al infierno con ellos que morir de frente y en soledad cuando llega la hora, como corresponde. Los gañoteros del juego aquél de hace también 40
años de las bolitas de vidrio azules y verdes color botella. Los había siempre en las rondas de ajedrez rápido. Le daban con su presencia dañina, más voltaje a todo ese vórtice de energía que eran las mesas de blitz.
Muchos años después, en el club de ajedrez de una ciudad
perdida en la estepa de los kalmukos jugando unos pingpones con gentes de por
allí, armenios, georgianos, rusos y chechenos, me maravillé de comprobar que
decían exactamente las mismas diletancias mientras movían las fichas en el San
Vito del ajedrez rápido. Sí, como dicen los del mundo "normal", los
ajedrecistas están todos locos. "Gens una sumus" Pero pensándolo un poco más ¿Qué hay de
malo en ello? Ser normal es estar enfermo, ya lo dijo uno de esos geniales
judíos europeos de barba, no el alemán, el austríaco. Como un cuadro del viejo
Chagall.
"Como un cuadro del viejo Chagall "(Foto Victoria Smirnova_Moscú 2011)
Con otro amigo decíamos, -Vamos
a Los 3 viejos? Porque
siempre había muchos viejos en Los Trebejos. Y nos íbamos caminando por
la calle Rivera rumbo al centro en esas tardes vacías de invierno, fumando como
hombrecitos y tarareando una canción de ABBA que por esos días estaba de
moda. Durante la semana gran placer era faltar a una u otra materia a media
tarde para irse a la mesa de blitz. Esas mesas de ping pong que solo jugabas
con negras y dos veces en 2 horas.
Horas y horas, cientos de horas en ese universo de mover fichas.
Horas y horas de sentirse como un pedazo de madera a la deriva de
las variantes de un mar embravecido. En medio del Caos en primera persona y en tiempo real. Horas y horas de ver como a veces en un santiamén se desplomaba el cielo
sobre la cabeza de uno como sucedía a los galos de Asterix. O de salvarse en el último
segundo y ver como se abría la tierra y se tragaba al otro, justo cuando el
segundero de uno llegaba a su fin. Horas y horas de disfrutar como un niño o
sufrir como un marrano. De volver a casa por las noches sintiéndose un
día el Einstein de la Banda Oriental y sintiéndose un perfecto imbécil al día
siguiente.
Horas y horas de creer que uno entiende la posición y de
creer que entiende en profundidad porqué ganó y a partir de qué momento.
Especialmente cuando con secreto placer se le explica al que perdió
porque uno ganó y el perdió. Como un modo de extender la victoria ad infinitum. Y resulta que
ganó en realidad porque estaba "ganado" desde un inicio o a lo sumo en la octava o novena jugada. Ganado sí, estratégica, filosóficamente incluso... ¡por
ser quien era!
Pero como decía Bauzá..."ganado son las vacas!".
El ajedrez de competición es cruel. Aunque no se lo diga cuando
se hace propaganda de él. En el reino del ajedrez muchas veces se
es servil con el poderoso y se toma la revancha con el más débil, aunque
sea envuelta en pedantesca condescendencia :) Ahí si que tiene razón Kaspárov
con su título filosófico de "Cómo
la vida imita al ajedrez". A propósito, la naturaleza
humana...¿existe?
Por suerte para todos, un día apareció por fin el alemán Fritz
y puso a todos los análisis geniales entre paréntesis. Cientos de horas
de disfrutar y de sufrir. En la cadena salvaje de la vida donde siempre hay uno
que es más fuerte y otro que es más débil, donde todo es cuestión de
escala.
Cuantas veces de creerse un genio y otras tantas de sentirse
patético. De amar el ajedrez por sublime y de repudiarlo por fatuo e
inconducente a nada de lo que de verdad cuenta. Hasta que al fin uno ve que no
es nada más que eso, como todo lo otro o casi todo. Como todo saber teórico-filosófico,
referencial a sí mismo. Y nada más. A pesar de todas las racionalizaciones el
ajedrez simplemente como un excelente método para.....¡Hermano!... ¡para jugar
bien al ajedrez! Y nada más. Pero por eso mismo un todo que no necesita legitimarse
de modo lineal y simplón en sus bondades para otras cosas. El ajedrez
como una parte de la vida que uno eligió o le toco vivir y cree que eligió.
Pero una parte al fin.
Todo eso sentí cuando entre hace un rato al viejo club y pague la
inscripción. Ahí estaban Gilmet , el legendario Silva Nazzari, Lanzilotta y
Brasó.
Ojalá que agarre inercia y el club resurja desde el pasado. En
plena globanalización o sin ella.
Me volví pensando que 1972 fue un curioso año para el Uruguay.
En abril y mayo los tupamaros, la policía y los militares se
habían matado en gran modo. Estaba en 4° año de la Escuela N° 83 de 2° grado,
uno no entendía nada, solo sentía miedo. En Octubre se había caído ese avión en
Los Andes y luego los mayores leían un libro grueso que no dejaban tocar a
nosotros los niños. Todos repetíamos con voz de misterio Parrado y
Canessa. El libro decía VIVEN! En grandes letras pero uno
instintivamente sabía que no le dejaban tocarle porque ahí adentro se hablaba
del tabú, de la MUERTE. La muerte rondaba el Uruguay mas de lo común. Hacia
unos meses habían explotado los helicópteros en Kibón y había sido una gran
tragedia que llegó hasta nuestra escuela. Todo era muy raro. Todo eso pasaba el
mismo año que sin uno saberlo parece que se estaba fundando este club Los
Trebejos.
Quizas y se fundó porque ese mismo 1972 en Islandia se estaba
jugando el match que llevó a muchos de nosotros al ajedrez. Precisamente
este 11 de Julio próximo se cumplirán también 40 años del comienzo y el 1° De
Setiembre de 2012, se cumplirán 40 años de la coronación de Fischer. Como
Fischer era americano y estaba destronando a los soviéticos en occidente tuvo
la noticia especial repercusión. Mi padre me hizo un juego de ajedrez dibujando
las piezas en un cartón de la caja de tortelines de la epicúrea. Rayó con su
bolígrafo Parker las negras y dibujo el tablero en una gran hoja de papel. Las dispuso y me
explico cómo movían cada una de las fichas. Todo al calor de la victoria de Fischer. Esa
palabra Fischer tiene un contenido muy cargado para muchos de nuestra
generación, como la palabra Spassky.
La última vez que fui a Los Trebejos fue en esta misma casona
cuando en Belgrado, Fischer se enfrentó con Spassky 20 años después de hace 40
años. Y se burlaba del gobierno de los EEUU que tanto aprovecho políticamente
su anterior victoria. A Fischer, como dicen los mexicanos, le valía madres el
gobierno ese o cualquiera.
Ahora parece que abrió de nuevo el viejo club montevideano. La
vida se ha ido en gran parte. Los que éramos niños tenemos las patillas
blancas, los que tenían las patillas blancas tienen todo el pelo blanco. Y
otros muchos murieron. Y una cantidad de gente nueva anda moviendo las fichas
por este mundo. El gran misterio.
Sentí flotar en las calles montevideanas de mi adolescencia la
canción de Zitarrosa: "Hoy que el tiempo ya pasó, hoy que ya
pasó la vida...hoy que me río si pienso hoy que olvidé aquellos días..."
Y ahí de nuevo Los Trebejos en la vieja casona de piso colonial
con baldosas negras y blancas como tablero de ajedrez. Como un desafío
heroico a la “globalización” de la banalización que es el lado oscuro de las
pantallas. Como un reclamo a volver a tocar las fichas en vez de moverlas con
el “mouse”. No digo que vuelvan a permitir fumar, porque sería demasiado
subversivo. Además ya no fumo. Pero estaría interesante nomás para patear un
poco el tablero de lo “correcto”.
Esas pequeñas cosas cálidas. La simple reaparición de un club
social de ajedrez en su realidad física, no virtual. Me hizo acordar de aquel
caudillo histórico que hacía decir al gauchaje allá por el ´900, “Yo
me voy con…” Y se mandaban mudar tras él a las cuchillas antes del
amanecer, respirando profundo la fragancia del jazmín del país… Pues… yo me voy
con Los Trebejos. Aunque más no sea a disfrutar lastimándose un poco en un par
de montoneras. Como en los nuevos tiempos.
Después como siempre se verá.